miércoles, 20 de junio de 2007

Menos, es más.

Por Patricia May


El mayor lujo para un niño, no importa de qué clase social sea, es estar con sus padres tranquilos, entregados a estar con él, con el celular apagado. El mayor lujo para un adulto es volver a sentir su corazón, su naturalidad, su amor y sintonía con todas las cosas, su capacidad de disfrutar con cosas sencillas que no requieren de ir a algún lugar lejano, sino de hacer en cada momento acto de presencia donde exprese su calidez y dé lo mejor de sí, ya sea en una reunión de gerencia o pelando papas, puesto que lo que hace que algo sea grande y noble es la impronta que le ponemos, más que el acto exterior en sí.
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